Situación del Imperio Otomano en el
s.XIX
El Imperio Otomano, ya considerablemente debilitado desde el
s. XVII, se encuentra en una situación de DECADENCIA en el s.XIX. En esta época
se conocía al Imperio como “el hombre enfermo de Europa”.
Se puede hablar de dos términos que definen la situación del
Imperio Otomano en el siglo XIX: DESMEMBRAMIENTO y REFORMISMO.
Desmembramiento
Por un lado, se va a producir un “desmembramiento” del
Imperio, en el que este sufrirá la pérdida de numerosos territorios. Esto se va
a reflejar en el retroceso del este en el continente europeo y en la pérdida de
control en el norte de África, conservando las provincias asiáticas.
Causas del desmembramiento
Esta pérdida de territorios se produjo debido a:
- Los intereses políticos y económicos de las potencias
extranjeras (Austria, Rusia, Francia e Inglaterra. Estas potencias se van a
aprovechar de la situación de decadencia del Imperio para favorecer sus propios
intereses, tanto políticos como económicos, dando lugar a la denominada
“Cuestión de Oriente”. De hecho, el Imperio Otomano logrará mantenerse en pie
gracias en cierta medida a los conflictos de intereses entre las distintas
potencias, estableciendo RELACIONES BILATERALES con las mismas.
- Auge del NACIONALISMO en las provincias europeas, en la
zona de los Balcanes, la mayoría cristianas ortodoxas. Potencias como Rusia
aprovecharán esta situación de inestabilidad para favorecer su deseo
expansionista.
Fases del desmembramiento
Fue Grecia, apoyada por Rusia e Inglaterra, e inspirada en
la Revolución Francesa, la primera provincia que consiguió la independencia en
1830, con el Tratado de Adrianópolis, aunque cabe destacar que el Imperio
Otomano hizo gala de su todavía poderoso ejército, en la batalla naval de
Navarino.
A partir de aquí, las demás provincias se irán
independizando gradualmente:

Posteriormente, como consecuencia
de las revueltas en los Balcanes y de la guerra ruso-turca (1877-78), el
Imperio va a perder definitivamente Serbia, Rumanía, Tesalia (que se integra en
Grecia) y parte del Epiro. Territorios como Bosnia-Herzegovina (ocupada por
Austria) y Bulgaria, dependen solo NOMINALMENTE de Estambul.
Por último, tras la revolución de
los “Jóvenes Turcos” de 1908, el Imperio Otomano perderá sus últimas posesiones en Europa
(Albania, Macedonia y Tracia occidental).
En cuanto a las pérdidas en el
norte de África: Argelia fue tomada por Francia en 1830 y Túnez en 1881.
Inglaterra ocupó Egipto en 1882 e Italia tomaría Libia en 1912.
Reformismo
Debido a la superioridad de
Europa en relación con el Imperio Otomano, era necesario establecer reformas.
El crecimiento de la presencia e influencia de Europa haría que estas reformas
tendiesen a lo “occidental”. Más allá del objetivo de transformar el Estado
central, las reformas otomanas van a buscar que el Imperio alcance la
“civilización”, es decir, formar parte de las “naciones civilizadas”.
La era de reformas del s.XIX, se
puede dividir en un periodo de transición y preparación (1789-1826); en un
periodo de acción intensiva (1826-1876); y por último, en un periodo de
culminación (1876- I Guerra Mundial).
Será MAHMUT II (1808-1839), quien
establecerá los precedentes de las reformas posteriores: va a modernizar el
Ejército con la supresión de los Jenízaros en 1826, convirtiéndolo en el
principal instrumento de centralización política; reforma la administración en
1835; y firma un decreto en 1838 en el que prohibía a las autoridades
extranjeras dar salvoconductos a los súbditos cristianos, quitándoles a estos
el privilegio de acogerse a la jurisdicción de los cónsules extranjeros.

Con estas reformas, estaba
presente la idea de modernización, pero sin perder a la vez su identidad nacional o religiosa,
es decir, llegar a Occidente pero sin “occidentalizarse”.
El problema de estas reformas
sería que supondrían un gran gasto para el Imperio, por lo que este empezó a
endeudarse y tuvo que aceptar cierto control financiero europeo en 1881, con
las consecuentes presiones desde el punto de vista político y religioso. Además,
estas reformas tuvieron que hacer frente también a los sectores que se oponían
a ellas, entre los que destacaban los cristianos latinos (que habían perdido
sus privilegios), y al doble discurso de Europa, que por un lado exigía al
Imperio la aplicación de reformas, mientras que por otro lado presionaban y
espoleaban a estas comunidades cristianas para que se opusieran a todo intento
de abolir privilegios.