Algunos de los países más populosos
eran Francia y España, pero aún así, se alejaban considerablemente
del número de habitantes que tenía por aquel entonces
Constantinopla.
La demografía europea era de tipo
antiguo, es decir, había una alta mortalidad, pero a la vez, una alta
natalidad. El crecimiento vegetativo, por lo tanto, era
positivo, pero podía ser barrido por plagas, como la peste,
guerras, etc.
Además de ser un territorio poco
poblado, Europa destacaba por ser rural, con más del 70% de
población viviendo en el campo.
Posteriormente, con gran ayuda de los
gremios, las tasas de urbanización crecerían.
La organización de Europa por
ese entonces era muy variada. Se puede destacar a Portugal,
Castilla, Aragón y Francia. Alemania e Italia no existían como
tales.
En esta última se encontraban los
Estados Pontificios, había posesiones de la corona de Aragón, y,
además, un conjunto de repúblicas independientes al norte.
A su vez, en Hungría había zonas de
influencia turca.
En el siglo XVII subirían los
impuestos, lo que, sumado a otras causas, generaría una gran
inestabilidad y tensión en los diversos estados europeos.
Fundamentos de la civilización
europea
La característica principal de la
civilización europea era la presencia de la religión en la
vida. Esta era de
obligado cumplimiento y abarcaba todos los campos.
Por esta razón, no es de extrañar que
la población viera a Dios y al demonio en todos los aspectos de la
vida, que el calendario estuviera vinculado a actos religiosos, o que
la campana, que llamaba a la misa, avisaba de peligros, etc., tuviera
una gran importancia.
La enseñanza también era
controlada por la iglesia, y, a pesar de que la mayoría de población
no sabía ni leer ni escribir, sí había acceso a materiales de
lectura a través de miembros de la familia que leían para los
demás, o a través de juglares que contaban historias. Por esta
razón, no se puede hablar de un analfabetismo absoluto.
El concepto de familia monógama
también es destacable, ya que los lazos de solidaridad eran muy
importantes. Por familia no solo se entendían miembros primarios,
sino también familiares lejanos.
La propiedad privada, además, estaba
admitida y asentada.
En cuanto a la libertad de los
hombres, se tiene que hacer una división entre Europa occidental,
donde el feudalismo había desaparecido, y Europa oriental, donde el
feudalismo era más duro.
Pero, a pesar de haber hombres libres,
en Europa occidental también había esclavos. Estos
eran considerados artículos de lujo, reservados solo para algunas
familias.
También se daba la desigualdad
social: al igual que había diferentes clases de ángeles, tenía
que haber diferentes situaciones de hombres (señores, nobles y
campesinos y vasallos). La igualdad era considerada una aberración.
En cuanto al papel de la mujer, se
puede destacar que esta dependía primero del padre, y después, del
marido.
Respecto a los mecanismos de control
social, se puede destacar que no había policías, ya que el dominio
no se hacía desde la violencia.
Destaca también el hecho de que no
existían delegaciones de Hacienda, sino que se recurría a agentes
privados.
Sacro Imperio Romano Germánico
El Sacro Imperio Romano Germánico
destacaba por ser un mosaico de territorios, gobernados por
príncipes laicos y eclesiásticos, con unas fronteras
difíciles de establecer.
En este territorio, herencia del mundo
romano y medieval, aún existía la figura del emperador. Sin
embargo, más que un rey, era una especie de coordinador, ya que no
tenía total libertad para hacer lo que quisiera (por ejemplo, no
podía imponer impuestos en territorios que no fueran suyos).
De su elección se encargaba la Dieta,
el órgano más importante del Imperio. Esta especie de parlamento
estaba formado por 7 príncipes, que aconsejaban al emperador
y, entre otras tareas, aprobaban subsidios.
7 príncipes de la Dieta
Entre los emperadores, se puede destacar a Maximiliano,
que intentó, sin éxito, consolidar su poder.
Maximiliano de Habsburgo
Serían los príncipes los que consolidarían su poder, articularían el territorio y practicarían
la centralización.
La herencia de Carlos el Temerario,
último duque de Borgoña y padre de María de Borgoña, mujer de Maximiliano, sería
un elemento de enfrentamiento entre Francia y la monarquía
hispánica.